martes, 19 de octubre de 2010
LA VIDA DE NOS-OTROS
Mi hermano me ha regalado estos fragmentos de su niñez para mi blog. Los comparto con mis lectores, desde la emoción de saber que un recuerdo puede ser un poderoso artilugio para resistir −aunque no sepamos muy bien hacia dónde nos llevan estos caminos de la “resistencia”.
Siempre se nos ha dicho que para sobrevivir en el exilio había que atravesar el Leteo; ahogarse en sus aguas, y renacer en la otra orilla sin la pesada carga de los recuerdos. (Tomarse "la coca-cola del olvido", dice una canción de salsa). Yo me niego a esta operación de asepsia, por demás consumista. Yo no crucé el río −tampoco mi hermano− con la promesa de nadar por aguas sin pasado, límpidas, incontaminadas. Mis días no son más luminosos desde que recupero mi infancia con las palabras del presente, y construyo esa ficción del pasado que disfruto para saber que cada cosa está en su sitio: técnica mixta de recorte. Pero tampoco son menos luminosos −como algunos amigos me han sugerido.)
Por lo demás, no siempre estaremos bajo tierra, hermano. Un país no puede ser un cementerio tan vasto, tan desolado.
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